Afortunado el hombre, afortunada la mujer
que, hasta el final, pueden sentir unas
manos haciendo el bien.
La mano que lava con atención.
La mano que viste con cuidado.
La mano que peina con amor.
La mano que toca con respeto.
La mano que consuela con el corazón.
Nadie puede vivir sin esa mano,
que es tierna, que guarda,
que protege e irradia consuelo
hasta el final.
El ser humano anhela esa otra mano.
Que cura todas las heridas,
que sana todos los dolores,
que enjuga todas las lágrimas
que da alas a ese amor sin el que
nadie puede estar.
Lo que me da tristeza es que no leo ni siquiera una cita biblica! pero se puede mejorar. Dios les bendiga
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