Vengo a peregrinar, Señor de los espacios,
hasta lo más profundo del Misterio.
Me atrae, irresistible, la luz de tu horizonte;
tu voz me mana de dentro, y…
se hace fuerza impulsora en mis sueños.
Peregrino, Señor…
¡Ser peregrino!…
Ahondando la hondonada
donde habite el silencio.
Peregrino, Señor…
¡Ser peregrino!…
Con equipaje austero,
con voluntad y empeño.
Puebla, Señor, mi alma de caminos,
cálzame con tu llamada,
tensa el arco de mis pasos
y lánzame al país de tus secretos.
Llena de entrega el cuenco de tus manos
y amánsala en la vieira de mi espera.
Pon en mis dedos el bastón de marcha;
fiel amigo en mis horas de cansancio,
cruz aupando mi débil resistencia
tras la dura verdad de la calzada.
Acabo de beber el agua fresca,
aquí en la tarde,
y ya mi cantimplora se estremece
con sed ardiente, con ausencias nuevas.
Llénala de tu paz y tu presencia,
¡que yo pueda saciarme, oh Dios, con ellas!
Ponme el manto,
y reviste mi silueta
con la audacia que brota del desierto.
Abre mi ser, Señor, a la sorpresa
que se esconde en la aurora de mi senda
y en la llama del último destello.
Hazme, Señor, sentirme compañero
en ruta hacia la fe y la confidencia.
Hazme, Señor, sentirme compañero,
hermano de las aves y los vientos,
del río, de las rocas y las estrellas,
de los chopos y el tiempo.
Hazme, Señor, vivir en compañero,
compartiendo palabras, pan y suelo,
comprendiendo la historia de las gentes
y sintiendo el latido de los pueblos.
Peregrino, Señor…
¡Ser peregrino!…
Inventando caminos tierra adentro.
Peregrino, Señor…
¡Ser peregrino…
De Europa hasta Santiago
y hasta el Cielo!
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