En aquel tiempo, los fariseos, al salir, planearon el modo de acabar con Jesús.
Pero Jesús se enteró, se marchó de allí y muchos lo siguieron. Él los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran.
Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías:
«Mirad a mi siervo,
mi elegido, mi amado, mi predilecto.
Sobre él he puesto mi espíritu
para que anuncie el derecho a las naciones.
No porfiará, no gritará, no voceará por las calles.
La caña cascada no la quebrará,
el pábilo vacilante no lo apagará,
hasta implantar el derecho;
en su nombre esperarán las naciones».
Mateo 12, 14-21
PARA LA VIDA
- Siguiendo la mejor línea de los grandes profetas, también Jesús sigue el mismo camino. Por eso, como nos comenta el evangelista, “planearon el modo de acabar con él” (v. 14), y es que los responsables de Israel están incapacitados para descubrir y acoger la novedad evangélica que propone Jesús. Ni su doctrina ni sus acciones, que producen vida, son aceptadas como signo de la Nueva realidad, de la presencia salvadora de Dios. Y es que Su proyecto de salvación está en marcha.
- El evangelista ilumina la acción y el estilo de Jesús en la cita del Siervo de Yahvé y, que ahora se realiza plenamente en la persona de Jesús: elegido por el mismo Dios, siempre abierto a su voluntad salvífica, y, por eso, es su predilecto y se complace en él; animado por una misericordia inmensa (la caña cascada no lo quiebra), y su actitud constante es “implantar el derecho y la justicia”. Toda una tarea y un estilo de actuación. Ése es Jesús. Nosotros, hoy, somos los seguidores de ese Siervo y los continuadores de su obra de salvación. ¡Vaya desafío que nos echan a las espaldas...! Si no fuera porque hace dos días nos recordaba él mismo “venid a mí... mi yugo es llevadero y mi carga ligera...”
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