Jeremías estaba enamorado de una mujer altísima, y todas las noches, al regresar del trabajo a su casa, suspiraba por poder besarla, pero era demasiado tímido para pedírselo.
Una noche, sin embargo, se armó de valor y le dijo:
- «¿Querrías darme un beso?» Ella mostró su conformidad; pero, como Jeremías era extraordinariamente bajo de estatura, se pusieron a buscar algo sobre lo que pudiera subirse. Al fin, encontraron en una herrería abandonada un yunque sobre el que Jeremías alcanzó la altura deseada.
Tras caminar durante cerca de un kilómetro, Jeremías le dijo a la mujer:
- <<¿Podrías darme otro beso, querida?»
- «No», respondió la mujer. «Ya te he dado uno, y es suficiente por hoy».
Y Jeremías dijo:
- «Entonces, ¿por qué no me has impedido cargar con este maldito yunque?»
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