Hoy sé que me pides, Señor, me haga la siguiente reflexión: El Hijo de Dios fue enviado por el Padre para mi salvación; vivió para enseñarme la verdad, el amor y el bien en el pensar y en el actuar; me reveló que soy querido por el Padre celestial y que el Espíritu Santo sería mi socio en el esfuerzo por caminar hacia la eternidad; padeció y murió por mí; resucitó para mí; está de nuevo con el Padre esperándome a mí… Y me pregunto ante Ti, Señor, ¿qué respuesta provoca tu Verdad en mi corazón?…
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