"Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a los que la recibieron, a los que creen en El, los hizo capaces de ser hijos de Dios." Juan 1:11.
Hemos vivido un año mas y no podemos olvidar que el tiempo como la vida, son un Don de Dios. Cada día es un talento que El pone en nuestras manos.
¿Cuantos talentos hemos recibido y como los hemos negociados?
Pensemos en las cosas buenas que hicimos y las hicimos bien. En las cosas buenas que también hicimos, pero no las hicimos del todo bien. Pensemos en las cosas buenas que hemos dejado de hacer y en las cosas malas, quizá echas sin querer; pero también en las cosas malas que hicimos, queriéndolas hacer. Y sobre todo, pensemos y aceptemos nuestros pecados de omisión.
Vivimos casi siempre con una vida espiritual de “mínimos”. Nuestro esfuerzo normalmente se contenta con no pecar: no robar, no matar, no hacer daño a otros, no hacer llorara a los demás.
La espiritualidad de Cristo es de “máximos”. Hasta donde El llego, debemos nosotros aprender a llegar. No basta con no robar, hay que compartir. No basta con no matar, hay que defender y dar la vida. No basta con no hacer daño a otros, hay que hacerles el bien. No basta con no hacer llorar, hay que enjugar lagrimas y hacer sonreír. No basta con no pecar, hay que llenarnos de frutos de buenas obras.
Al final de la vida, al final de este año y al final de cada día seremos examinados del amor que es la gran asignatura, la única y siempre pendiente. Con el amor estaremos siempre en deuda, porque podremos amar cada vez mas, amar a mas y amar mejor. Los días en que no amamos, no cuentan.
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