OMPRESS-MADRID (8-1-14) El próximo 26 de enero las diócesis españolas celebrarán la jornada de Infancia Misionera, con el lema “Los niños ayudan a los niños”, que es a la vez el resumen del carisma de esta Obra Pontificia.
El punto principal de esta Obra es el papel particular que los “pequeños” tienen ante el anuncio del Reino. Los niños, de hecho, están especialmente habilitados a acogerlo y a vivir su riqueza de belleza, de alegría y de amor. En el léxico cristiano, además, la “pequeñez” se impone como categoría espiritual fascinante que refleja la santidad de Dios.
Han pasado 171 años desde aquel 19 de mayo de 1843 en que se fundara como respuesta a las cartas de los Misioneros, especialmente las de las Religiosas, que llegaban a la Iglesia de Francia, que vivía entonces un verdadero despertar misionero. Las cartas, hablaban de niños eliminados al nacer porque no se les quería a causa del sexo, las niñas, o por defectos físicos o psíquicos, los minusválidos, o simplemente por la imposibilidad de subsistencia en medio de la gran pobreza general.
Quien respondió a estas inquietudes generadas por la información que enviaban los misioneros fue Charles August Marie de Forbin-Janson. Nacido en 1785, entró muy joven en el seminario con el deseo de tener una vida misionera, llegando a ser obispo de Nancy. Su amor por las misiones tuvo su cauce en la devoción al Niño Jesús, devoción que procuraba difundir, y a la que dio un planteamiento totalmente misionero.
La intuición de Mons. Forbin-Janson fue la de crear un movimiento de niños cristianos – llamado entonces Santa Infancia por su devoción a la infancia de Jesús – para ayudar a otros niños a encontrar al Señor, educarles cristianamente y mostrar una caridad apostólica y solidaria, es decir, un espíritu genuinamente misionero, y no sólo una acción social. La Obra encontró el favor general de las personas y de las instituciones más empeñadas en la educación de los niños. Conoció así un desarrollo muy rápido en Europa y en América del Norte, y en su consolidación pudo gozar de la ayuda de la Iglesia y del favor del papa León XIII, que la promovió con la encíclica Sancta Dei Civitas del 3 de diciembre de 1880. El día 3 de mayo de 1922, Pío XI le concedió el título de «Pontificia», la hoy Obra Pontificia de la Infancia Misionera.
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