Diversidad de dones pero un solo Espíritu

En cierta ocasión, los colores comenzaron a pelearse. Cada uno quería ser el más importante. El verde alegaba que era el color de la vida y la esperanza y el más repartido en la naturaleza. El azul reivindicaba ser el color del agua y del cielo, del mar y de la paz. El amarillo decía ser el color de la alegría, del sol y de la vitalidad. El naranja pretendía ser el color de la salud, de la vitamina y de la fuerza. Sólo había que pensar en las naran¬jas, mangos, papayas, zanahorias y calabazas. El rojo subrayaba su fuerza y valor, su pasión y su fuego. El púrpura subrayó que era el color de la nobleza y del poder. El añil hacía notar que era el color del silencio, de la reflexión, de la oración y del pensamiento profundos.
La lluvia observó la disputa e intervino con su fuerza. Los colores se acurrucaron entre sí y se fundieron en uno. Cuando cesó la lluvia se des¬plegaron en forma de arcoiris y todos y cada uno de ellos lució su belleza y se dieron cuenta de la belleza del conjunto.

(Historia Indú)

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