Ven, Espíritu Santo, amigo entrañable, persona viva y siempre disponible.
Sin tu dulce ayuda no podemos decir ni ¡Jesús es el Señor!
Ven, protector en todo momento, salvación que se hace patente.
Sana nuestros corazones destrozados por el desamor y el pecado.
Sana las heridas que nos deja la vida.
Enséñanos a vivir desde la entrega generosa de la propia vida.
Aconséjanos en todos los proyectos, pues no queremos hacer nada sin contar contigo.
Compañero del alma, fortalece nuestros pasos vacilantes, ilumina nuestra oscuridad, consuela nuestras tristezas, ya que Tú eres el Señor y dador de vida.
Ven a nuestra casa y comparte con nosotros el deseo de tener los mismos sentimientos del corazón del Redentor.
Ven ahora y por siempre para, como llama mansa y humilde, caldear nuestras frialdades. Amén.
Ven Espíritu Santo e ilumina siempre nuestro camino!
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