Estilo evangélico

Neto,
claro,
limpio,
conciso,
escueto,
sonoro,
alegre,
rápido,
vivo...
Como el golpe del herrero
sobre el acero;
como el toque del forjador
sobre el hierro en crisol;
como el martillo del orfebre
sobre la gema.
El estilo evangélico es así,
con la cabeza y el corazón
al unísono.

Amortiguarlo
con explicaciones,
o intentar justificarlo,
o buscarle componendas
o prebendas futuras,
o envolverlo en algodones,
o susurrarlo para que pase sin dejar huella,
o acomodarlo a lo que se estila,
o justificar su extrañeza
apelando a que es cosa de otra cultura,
o vaciarlo de lo que no nos gusta...
es camino torcido
para el estilo evangélico.

No os acomodéis a este mundo.
No juzguéis, no condenéis.
No os hagáis los sordos.
No os escondáis.
Subid a los oteros.
Salid a los balcones y azoteas,
transitad por calles y plazas,
participad en debates y tertulias...
pero hacedlo sin arrogancia.
¡Mostrad que es posible
y merece la pena
la vida y la sociedad evangélica.

Claro,
certero,
transparente,
sencillo,
humilde,
atento,
sin imposiciones...
¡Así es el estilo evangélico!
¡No tiene caminos torcidos!

Florentino Ulibarri

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