MATEO 22, 34-40
Los fariseos, al enterarse de que Jesús
había tapado la boca a los saduceos, se congregaron, y uno de ellos, que era
jurista, le preguntó para tentarlo: Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal
de la Ley ? Él le
contestó: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con
toda tu mente» (Dt 6,5). Este es el mandamiento principal y el primero, pero
hay un segundo no menos importante: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lv
19,18). De estos dos mandamientos penden la Ley entera y los Profetas.
CREER EN EL AMOR
La
religión cristiana les resulta a no pocos un sistema religioso difícil de
entender y, sobre todo, un entramado de leyes demasiado complicado para vivir
correctamente ante Dios. ¿No necesitamos los cristianos concentrar mucho más
nuestra atención en cuidar antes que nada lo esencial de la experiencia
cristiana?
Los
evangelios han recogido la respuesta de Jesús a un sector de fariseos que le
preguntan cuál es el mandamiento principal de la Ley. Así resume Jesús lo
esencial: lo primero es "amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón,
con toda tu alma y con todo tu ser"; lo segundo es "amarás a tu
prójimo como a ti mismo".
La
afirmación de Jesús es clara. El amor es todo. Lo decisivo en la vida es amar.
Ahí está el fundamento de todo. Lo primero es vivir ante Dios y ante los demás
en una actitud de amor. No hemos de perdernos en cosas accidentales y
secundarias, olvidando lo esencial. Del amor arranca todo lo demás. Sin amor
todo queda pervertido.
Al
hablar del amor a Dios, Jesús no está pensando en los sentimientos o emociones
que pueden brotar de nuestro corazón; tampoco nos está invitando a multiplicar
nuestros rezos y oraciones. Amar al Señor, nuestro Dios, con todo el corazón es
reconocer a Dios como Fuente última de nuestra existencia, despertar en nosotros
una adhesión total a su voluntad, y responder con fe incondicional a su amor
universal de Padre de todos.
Por
eso añade Jesús un segundo mandamiento. No es posible amar a Dios y vivir de
espaldas a sus hijos e hijas. Una religión que predica el amor a Dios y se
olvida de los que sufren es una gran mentira. La única postura realmente humana
ante cualquier persona que encontramos en nuestro camino es amarla y buscar su
bien como quisiéramos para nosotros mismos.
Todo
este lenguaje puede parecer demasiado viejo, demasiado gastado y poco eficaz.
Sin embargo, también hoy el primer problema en el mundo es la falta de amor,
que va deshumanizando, uno tras otro, los esfuerzos y las luchas por construir
una convivencia más humana.
Hace
unos años, el pensador francés, Jean Onimus escribía así: "El cristianismo
está todavía en sus comienzos; nos lleva trabajando solo dos mil años. La masa
es pesada y se necesitarán siglos de maduración antes de que la caridad la haga
fermentar". Los seguidores de Jesús no hemos de olvidar nuestra
responsabilidad. El mundo necesita testigos vivos que ayuden a las futuras
generaciones a creer en el amor pues no hay un futuro esperanzador para el ser
humano si termina por perder la fe en el amor.
José Antonio
Pagola
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