Entonces Jesús les tocó los ojos, diciendo: «Que os suceda conforme a vuestra fe». Y se les abrieron los ojos.
Mt 9, 27-31
La mirada creyente es capaz de reconocer la luz que siempre derrama el Espíritu Santo en medio de la oscuridad, sin olvidar que «donde abundó el pecado sobreabundó la gracia» (Rm 5,20).
Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 85
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