A ti levanto mis ojos, Padre Dios,
a ti elevo mi corazón y mis manos al comenzar el día.
A ti encomiendo mi ser, mi vida entera.
Como los ojos del niño pequeño
están pendientes del padre y de la madre,
así están mis ojos puestos en ti, Señor,
esperando tu amor, recibiendo la vida,
seguros del perdón de quien ama.
Muchas veces siento que soy como el ciego del camino: tengo los ojos cerrados a la
luz y siento duras escamas que me impiden ver lo bello que hay a mi alrededor.
Señor, ábreme los ojos a tu vida.
Enséñame a descubrir y a mirar
las cosas bellas que has puesto en mi vida.
Enséñame a ver lo bueno y bello
que has puesto en las personas que viven a mi lado.
Queremos ver el mundo con ojos limpios. Queremos abrir nuestros ojos a la luz de
tu evangelio. Queremos mirar la vida de frente y con sentido.
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