Cuantas veces, Señor, oímos que te haces fuerte en nuestra pobreza, en nuestra debilidad, en nuestros fracasos, en nuestros miedos, en nuestras humillaciones, en nuestras soledades, en nuestras dudas… Tu viviste ese miedo, ese fracaso, ese dolor, ese sufrimiento, esa soledad… bueno mejor, los sufriste… Sé que tengo que tener esperanza, pero a veces señor la vida me puede, y me encuentro débil, pobre, fracasado, humillado, sólo… y encima sin ti. Tal vez la Semana Santa es un tiempo en el que nos toca descalzarnos y hacer silencio ante el misterio del dolor, pero, a tu manera, sin rendirnos. La vida que duele.pdf
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