Aquel día, caída la
tarde, les dijo: - Crucemos al otro lado. Dejando a la multitud, se lo llevaron
mientras estaba en la barca, aunque otras barcas estaban con él. Entonces
sobrevino un fuerte torbellino de viento; las olas se abalanzaban contra la
barca, y ya la barca se iba llenando; él se había puesto en la popa, sobre el
cabezal, a dormir. Lo despertaron y le dijeron: - Maestro, ¿no te importa que
perezcamos? Una vez despierto, conminó al viento (y se lo dijo al mar): -
¡Silencio, estate callado! Cesó el viento y sobrevino una gran calma. Él les
dijo: - ¿Por qué sois cobardes? ¿Aún no tenéis fe?
¿POR QUÉ SOMOS TAN
COBARDES?
«¿Por
qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?». Estas dos preguntas que Jesús
dirige a sus discípulos no son, para el evangelista Marcos, una anécdota del
pasado. Son las preguntas que han de escuchar los seguidores de Jesús en medio
de sus crisis. Las preguntas que nos hemos de hacer también hoy: ¿Dónde está la
raíz de nuestra cobardía? ¿Por qué tenemos miedo ante el futuro? ¿Es porque nos
falta fe en Jesucristo?
El
relato es breve. Todo comienza con una orden de Jesús: «Vamos a la otra
orilla». Los discípulos saben que en la otra orilla del lago Tiberíades está el
territorio pagano de la
Decápolis. Un país diferente y extraño. Una cultura hostil a
su religión y creencias.
De
pronto se levanta una fuerte tempestad, metáfora gráfica de lo que sucede en el
grupo de discípulos. El viento huracanado, las olas que rompen contra la barca,
el agua que comienza a invadirlo todo, expresan bien la situación: ¿Qué podrán
los seguidores de Jesús ante la hostilidad del mundo pagano? No solo está en
peligro su misión, sino incluso la supervivencia misma del grupo.
Despertado
por sus discípulos, Jesús interviene, el viento cesa y sobre el lago viene una
gran calma. Lo sorprendente es que los discípulos «se quedan espantados». Antes
tenían miedo a la tempestad. Ahora parecen temer a Jesús. Sin embargo, algo
decisivo se ha producido en ellos: han recurrido a Jesús; han podido
experimentar en él una fuerza salvadora que no conocían; comienzan a
preguntarse por su identidad. Comienzan a intuir que con él todo es posible.
El
cristianismo se encuentra hoy en medio de una «fuerte tempestad» y el miedo
comienza a apoderarse de nosotros. No nos atrevemos a pasar a la «otra orilla».
La cultura moderna nos resulta un país extraño y hostil. El futuro nos da
miedo. La creatividad parece prohibida. Algunos creen más seguro mirar hacia
atrás para mejor ir adelante.
Jesús
nos puede sorprender a todos. El Resucitado tiene fuerza para inaugurar una
fase nueva en la historia del cristianismo. Solo se nos pide fe. Una fe que nos
libere de tanto miedo y cobardía, y nos comprometa a caminar tras las huellas
de Jesús.
José
Antonio Pagola
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