La más honda experiencia humana
es la experiencia del amor.
La supera a todas porque es más decisiva,
más auténtica y más profunda.
Dentro del universo del amor Señor,
aparece tu perdón como aquel amor que todo lo supera,
porque va más lejos que nadie ni que nada.
Tu Palabra es el cántico a ese perdón y
la Parábola del hijo Pródigo es su plenitud.
Ahora soy yo ese hijo pródigo del Evangelio,
soy yo quien reconoce que ha huído de tu casa,
soy yo quien ha experimentado su frustración,
soy yo el agobiado por el hambre de paternidad.
Y digo que voy a volver, y digo que si,
vuelvo a Vos sabedor de la urgencia del camino
y de la facilidad de recorrerlo porque al final
te encuentro a Vos, mi Dios del Perdón y del Amor.
¿Cuántas veces no me has
abrazado cuando volvía a Vos?
¿Cuántas veces no me has besado
cuando me acercaba a Vos?
¿Cuántas veces no me ha desbordado
tu ternura cuando caía en tus brazos?
En lo más hondo del pecado descubro
siempre la mayor hondura de tu perdón que es amor,
de un amor que se hace perdón. Tomame pues
con tus brazos de Padre, visteme de la vestidura
de tu Gracia que es Jesucristo siempre vivo
y prepara el banquete de la Eucaristía
para que coma y beba perdón, salvación y Amor.
Ya estoy cansado de vergonzosas huídas,
quiero recuperar la experiencia de tu persona,
de tu cercanía, de tu forma de vida.
Sabiendo que si tu me perdonas también
tendré yo que perdonar a los demás,
confiando que no me rechazas.
Acepto tu perdón sin medida: setenta veces
siete y con toda la alegría de mi corazón.
Padre mío que estas en la Gloria,
gracias por ser para mi el padre amante del hijo pródigo.
Norberto Alcover S.J
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