El Papa Francisco envió un mensaje a quienes participarán de la próxima Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia, la próxima semana.
Queridos hermanos y hermanas:
Está ya cercana la trigésimo primera Jornada Mundial de la Juventud, que me lleva a encontrar a los jóvenes del mundo, convocados en Cracovia, y que me ofrece también la feliz oportunidad de encontrarme con la querida nación polaca. Todo va a estar marcado por el signo de la misericordia, en este Año jubilar, y por la memoria agradecida y devota de San Juan Pablo II, que fue el artífice de la Jornada Mundial de la Juventud, y fue el guía del pueblo polaco en su reciente camino histórico hacia la libertad.
Queridos jóvenes polacos, sé que desde hace tiempo están preparando, sobre todo con la oración, el gran encuentro de Cracovia. Les agradezco de corazón todo lo que están haciendo, y el amor con el que lo hacen; desde ahora, los abrazo y los bendigo.
Queridos jóvenes de toda Europa, África, América, Asia y Oceanía, bendigo también a sus países, sus deseos y sus pasos hacia Cracovia, para que sean una peregrinación de fe y de fraternidad. Que el Señor Jesús les conceda la gracia de experimentar en ustedes mismos estas palabras suyas: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5, 7).
Deseo mucho encontrarme con ustedes, para ofrecer al mundo un nuevo signo de armonía, un mosaico de rostros diferentes, de tantas razas, lenguas, pueblos y culturas, pero todos unidos en el nombre de Jesús, que es el Rostro de la Misericordia.
Y ahora me dirijo a ustedes, queridos hijos e hijas de la nación polaca. Siento que es un gran don del Señor el estar entre ustedes, porque son un pueblo que en su historia ha atravesado tantas pruebas, algunas muy duras, y ha salido adelante con la fuerza de la fe, sostenido por la mano materna de la Virgen María. Estoy convencido de que la peregrinación al Santuario de Częstochowa será para mí una inmersión en esta fe probada, que me hará mucho bien. Les agradezco las oraciones con las que están preparando mi visita. Doy las gracias a los Obispos y sacerdotes, a los religiosos y religiosas, a los fieles laicos, especialmente a las familias, a las que llevo en espíritu la Exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia. La “salud” moral y espiritual de una nación se ve por sus familias; por eso, San Juan Pablo II se interesaba especialmente por los novios, los jóvenes esposos y por las familias. Continúen por este camino.
Queridos hermanos y hermanas, les envío este mensaje como prueba de mi afecto. Permanezcamos unidos en la oración. ¡Y nos vemos en Polonia!
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