Tal y como nos cuenta José Mª Iribarren en su libro El porqué de los dichos, ésta es una expresión muy castiza, que se cree propia de Madrid, pero cuyo uso se extiende a toda España, procede de la expresión militar de castigo "¡Vaya usarced a la porra, seor soldado!", y tiene su origen en el colosal bastón que llevaba el tambor mayor de los antiguos regimientos.
Este bastón suele estar muy labrado y rematado por un gran puño de plata y se conocía con el nombre de porra. El bastón, clavado en cualquier lugar del campamento, marcaba el sitio donde tenían que acudir los soldados durante el descanso para sufrir el arresto impuesto por faltas leves que hubiesen cometido.
La fórmula ¡Vaya usted a la porra! era correcta y usual, aunque ahora nos parezca dura y graciosa. El oficial, al imponer el arresto a un soldado, se expresaba de esta manera.
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