«Vosotros sois la sal de la tierra.
Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo».
No se puede ocultar una ciudad
puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara
para meterla debajo del celemín,
sino para ponerla en el candelero
y que alumbre a todos los de la casa.
Alumbre así vuestra luz a todos los hombres,
para que vean vuestras buenas obras
y den gloria a vuestro Padre
que está en el cielo»
(Mt 5,13 16).
No hay comentarios:
Publicar un comentario