Tú esperabas con ansia, mi respuesta, mi fuerza….
Yo escuché cada una de tus palabras,
tu grito y tus susurros,
y puse en tu boca un canto nuevo,
una voz menos urgente, menos desesperada,
un canto de evangelio, de justicia, de verdad.
Yo no quiero sacrificios estériles, u ofrendas vacías.
No necesito nada de eso.
Quiero que abras el oído para escuchar mi voz,
y todas las voces del mundo.
Entonces tú me dices que estás aquí,
que quieres hacer mi voluntad
y yo me alegro hasta la entraña,
porque mi voluntad es tu bien,
y el bien de cada ser humano.
Proclamas la salvación ante la gran asamblea,
y tu vida habla de amor, de esperanza y de Vida.
Y yo, el Señor, lo sé.
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