MATEO 4, 1-11
Entonces fue
conducido Jesús al desierto por el Espíritu, para que el diablo lo tentara. Ayunó
cuarenta días con sus noches y al final sintió hambre. El tentador se le acercó
y le dijo: - Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.
Le contestó: - Está escrito: «No sólo de pan vive el hombre, sino también de
todo lo que diga Dios por su boca» (Dt 8,3). Entonces se lo llevó el diablo a
la ciudad santa, lo puso en el alero del templo y le dijo: - Si eres Hijo de
Dios, tírate abajo; porque está escrito: «A sus ángeles ha dado órdenes para
que cuiden de ti»; y también: «te llevarán en volandas, para que tu pie no
tropiece con piedras» (Sal 91,11-12). Jesús le repuso: - También está escrito:
«No tentarás al Señor tu Dios» (Dt 6,16). Todavía lo llevó el diablo a un monte
altísimo y le mostró todos los reinos del mundo con su gloria, diciéndole: - Te
daré todo eso si te postras y me rindes homenaje. Entonces le replicó Jesús: -
Vete, Satanás, porque está escrito: «Al Señor tu Dios rendirás homenaje y sólo
a él prestarás servicio» (Dt 6,13). Entonces lo dejó el diablo; en esto se
acercaron unos ángeles y se pusieron a servirle.
NUESTRA GRAN TENTACIÓN
La escena de las «tentaciones de Jesús» es un
relato que no hemos de interpretar ligeramente. Las tentaciones que se nos
describen no son propiamente de orden moral. El relato nos está advirtiendo de
que podemos arruinar nuestra vida si nos desviamos del camino que sigue Jesús.
La primera tentación es de importancia decisiva,
pues puede pervertir y corromper nuestra vida de raíz. Aparentemente, a Jesús
se le ofrece algo inocente y bueno: poner a Dios al servicio de su hambre. «Si
eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes».
Sin embargo, Jesús reacciona de manera rápida y
sorprendente: «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de
la boca de Dios». No hará de su propio pan un absoluto. No pondrá a Dios al
servicio de su propio interés, olvidando el proyecto del Padre. Siempre buscará
primero el reino de Dios y su justicia. En todo momento escuchará su Palabra.
Nuestras necesidades no quedan satisfechas solo con
tener asegurado nuestro pan material. El ser humano necesita y anhela mucho
más. Incluso, para rescatar del hambre y la miseria a quienes no tienen pan,
hemos de escuchar a Dios, nuestro Padre, y despertar en nuestra conciencia el
hambre de justicia, la compasión y la solidaridad.
Nuestra gran tentación es hoy convertirlo todo en
pan. Reducir cada vez más el horizonte de nuestra vida a la satisfacción de
nuestros deseos; vivir obsesionados por un bienestar siempre mayor o hacer del
consumismo indiscriminado y sin límites el ideal casi único de nuestras vidas.
Nos engañamos si pensamos que ese es el camino que
hay que seguir hacia el progreso y la liberación. ¿No estamos viendo que una
sociedad que arrastra a las personas hacia el consumismo sin límites y hacia la
autosatisfacción no hace sino generar vacío y sinsentido en las personas y
egoísmo, insolidaridad e irresponsabilidad en la convivencia?
¿Por qué nos estremecemos de que vaya aumentando de
manera trágica el número de personas que se suicidan cada día? ¿Por que
seguimos encerrados en nuestro falso bienestar, levantando barreras cada vez
más inhumanas para que los hambrientos no entren en nuestros países, no lleguen
hasta nuestras residencias ni llamen a nuestra puerta?
La llamada de Jesús nos puede ayudar a tomar más
conciencia de que no solo de bienestar vive el ser humano. También los hombres
y mujeres de hoy necesitamos cultivar el espíritu, conocer el amor y la
amistad, desarrollar la solidaridad con los que sufren, escuchar nuestra
conciencia con responsabilidad, abrirnos al Misterio último de la vida con
esperanza..
José Antonio Pagola
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