Vigilad vuestra lealtad.
¿Qué es lo que más nos duele de una ofensa de un amigo? ¿Acaso no es el sentirnos traicionados por él? La lealtad significa, entre otras muchas cosas, permanecer fieles hasta el final.
No ser como la veleta que, tan pronto, apunta al norte como hacia el sur (según la dirección del viento). El Señor viene. ¿Cómo nos encontrará? ¿Inquietos o firmes? ¿Leales a su Palabra o distraídos con simples tebeos? ¿Diciéndole que le queremos u olvidando sus mandamientos? Sí; amigos. El movimiento se demuestra andando y, por ello mismo, en este día pidamos al Señor que nos ayude a cumplir su voluntad en los pequeños detalles de cada día.
Cada uno en su sitio y, en cada sitio, desarrollando con espíritu cristiano nuestras tareas. ¿O eso no es cumplir también la voluntad del Señor? ¿Seremos capaces de construir la vida según los planos de Dios? La Navidad es una oportunidad para intentarlo.
Para echar cimientos y de los buenos: con amor.
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