Gracias, Señor, porque un día mis padres decidieron bautizarme.
Sólo Tú sabes qué les movía, cómo era su fe y qué pretendían,
pero me hicieron el mejor regalo de la vida,
porque vivir contigo es tener un tesoro para siempre.
Tú, Señor, pones color a mis grises rutinas.
Tú llenas mis soledades de presencia.
Tú fortaleces mis fragilidades.
Tú sacas siempre de mí mi mejor yo.
Tú cambias mis egoísmos en generosidad.
Tú transformas mis resentimientos en perdón.
Tú conviertes mis prisas en sosiego,
Tú elevas mis relaciones a la categoría de encuentros.
Tú Señor, transformas mis intolerancias en aceptación.
Tú envuelves mis miedos en confianza y fortaleza.
Tú magnificas mi trabajo, convirtiéndolo en misión.
Tú acompañas cada minuto de mi vida, planificando mi existencia.
Yo no hice nada para merecer este regalo, de que tu vida esté entretejida con la mía, me regalasteis la fe y esa ha sido mi mejor lotería, mi brújula, mi meta, mi seguro y mi gran compañía,
Gracias, Señor, hoy quiero darte las gracias por todos los que a ti me fueron presentando, por mis padres, maestros, familiares y educadores que se atrevieron a ilusionarme con la seguridad de tu existencia.
Mientras tantos amigos míos viven sintiéndose huérfanos, yo tengo la certeza de que me tienes abrazado, de que conoces todos mis quehaceres, miedos y sueños y de que, contigo al lado, mi vida es más fácil y más solidaria.
Tú, Señor, potencias lo mejor de cada uno, tienes para nosotros grandes sueños y tu deseo es que vivamos una vida plena y feliz.
Gracias por incluirme en tu Iglesia, para juntos construir tu Reino.
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