que nos veamos en nuestras verdaderas caras,
para que no nos creamos importantes,
y hagamos sitio en nuestro corazón
para nuestros hermanos y para Ti.
Te pedimos, Señor, lo más decisivo:
que no nos pongamos a nosotros mismos
en el centro de nuestro corazón;
que sintamos deseos de los demás
y que sintamos deseos de Ti.
Te pedimos que no andemos llenos
de nosotros mismos ni de nuestros sueños;
te pedimos que tampoco nuestros ideales y proyectos,
se conviertan para nosotros en lo absoluto y máximo
que nos impida reconocer los rostros ajenos
y escuchar sus llamadas.
Dios y Padre nuestro, te alabamos con tu Hijo Jesús,
sencillo y de corazón humilde,
porque escondiste su salvación a los sabios y entendidos
y la revelaste a la gente sencilla;
Sí, Padre, bendito seas por haberte parecido bien así.
Pero nosotros, Señor, enseguida queremos hacernos grandes
y hasta copiamos los gestos de los grandes de este mundo;
ponemos los rostros muy graves y andamos agobiados
como si la marcha del mundo colgara de nuestros hombros.
Danos, Señor, el gusto de ser compañeros y hermanos de todos,
el gusto de vivir una vida compartida,
de recibir agradecidos para poder dar gratuitamente.
Danos la capacidad de ver la riqueza escondida de la gente
que vive a nuestro lado,
y la pobreza para dar sin esperar nada a cambio.
De este modo, libres de ambiciones,
podremos abrazar verdaderamente al mundo
y entregarnos sencillamente a la tarea de discernir
los signos de los tiempos... siguiéndote Seño por los caminos
de la vida viviendo y proclamando tu Evangelio.
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