Señor Jesús: Unas veces por orgullo y otras por descuido, nosotros dejamos de pedir ayuda cuando solos no podemos vencer la dificultad. Pero también es cierto que en otras ocasiones, solicitamos ayuda antes de haber agotado todas las propias posibilidades, acostumbrándonos así a la vagancia. Ayúdanos a no ser ni orgullosos ni vagos. Te pedimos por esas personas que la vida ha condenado a no tener medios propios con los que sobrevivir y por aquellos que están dispuestos a ayudar a quienes lo necesitan.
Unir nuestras fuerzas
Un sábado, David y su padre estaban cavando en el jardín de su nuevo chalet, cuando el pequeño tropezó con una gran piedra. -“Tenemos que quitarla”, dijo su padre. “Yo lo haré”, respondió David, deseando ser útil. Empujó y jadeó hasta quedar sin aliento, y exclamó derrotado: “No puedo, papá”. -“Yo creo que puedes, si haces todo lo que está en tus manos”, le respondió el padre. Volvió a intentarlo y la piedra no se movió. Tras el nuevo fracaso, el padre le preguntó: “¿Ya has hecho todo lo que podías hacer?”. David asintió con un gesto y el padre, mientras negaba con la cabeza, le dijo: “Hay una cosa que podías haber hecho y no la has hecho”. -“¿Qué?”, preguntó el hijo un tanto molesto. -“Podías haberme pedido que te ayudara”. En efecto: cuando David y el padre juntaron sus fuerzas, la piedra se movió.
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