La preciosa ciudad de Buenos Aires, Argentina, cuenta con la avenida más ancha del mundo. Con más de 300 pies de ancho, la Avenida 9 de Julio ocupa un espacio de una manzana entera en la ciudad, de ahí su extraordinaria amplitud. Cruzar la avenida requiere de unos minutos, ya que todas las intersecciones tienen semáforos. Caminando a velocidad normal, los peatones necesitan normalmente dos o tres luces verdes para recorrer sus doce carriles de tráfico.
Las calles han sido hechas para facilitar el tránsito de peatones y vehículos.
En la calle más ancha del mundo su confunden unos con otros de tal manera que llega a ser un riesgo para los peatones llegar a la otra acera.
Miro la fotografía y pienso la cantidad de cruces como estos que tenemos en nuestra vida.
Cruces en los que los peligros nos acechan queriendo desviar nuestro recorrido y destino.
Calles en las que la individualidad de los peatones y conductores forma un grupo anónimo de desconocidos con los que vivimos pero hacia los que no nos une nada.
Los riesgos multiplicados pueden llegar a hacer de la vida una verdadera gymkana en la que las pruebas sean más importantes que las propias metas.
Ojalá hagamos de las calles anchas de nuestra vida espacios en los que podamos decir una y otra vez al mundo lo grande que es vivir.
Encar
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