¡Ágiles!

Si fuéramos ágiles para descubrir el perdón...
Si estuviéramos atentos a todos los gestos de amor que recibimos a diario...
Si fuéramos flexibles para cambiar nuestros planes...
Si en la vida estuviéramos dispuestos a hacer "piruetas" para alegrar a los demás...
Si contagiáramos la agilidad del Evangelio a quienes viven cerca de nosotros...
¿No sería todo mucho más dinámico?
El dinamismo de la vida no lo produce la vida en sí sino las actitudes que tomamos frente a ella, porque depende de nosotros el que veamos una misma realidad desde diferentes ángulos.
Ojalá que la vida no nos "anquilose" los huesos del alma para que podamos siempre ser ágiles con nosotros mismos y con los demás.

Encar

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