Mi madre y mis hermanos son aquellos
que se dejan atrapar por mi Palabra,
los que la escuchan sin querer acomodarla
los que la viven con el amor primero.
Son aquellos que todo lo han dejado
y caminan en libertad por mi camino,
los que ponen en mis manos su destino
y me siguen aunque esté crucificado.
Son aquellos que no se escandalizan
cuando propongo con franqueza mi doctrina
porque viven la verdad que la ilumina
y en el fuego de mi Palabra se bautizan.
Son aquellos que muestran con sus obras
la confianza y la fe con la que viven
los discípulos que el Espíritu me piden
y viven en su soplo que enamora.
Son aquellos de la fiesta anticipada,
del Reino prometido ya presente,
los que se van transfigurando lentamente
porque viven una vida iluminada.
Mi madre y mis hermanos son aquellos
que se entregan al Amor sin condiciones
que del Espíritu siguen sus mociones
y al Padre adoran con culto verdadero.
Los que renuevan en el agua del Bautismo
la vida que renace a vida nueva,
aquellos que en la lucha no se entregan
porque viven su fe con heroísmo.
Los que viven la vida en la esperanza
de que se cumplan las cosas prometidas,
los que reciben la gracias concedidas
como anticipo de la gloria en alabanza.
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