Jesús, tu rostro a veces se me ha difuminado, no he distinguido tu expresión, es como una nube que a veces te envuelve y cubre el camino entre tú y yo.
¿Habrá sido esa nube lo profundo de mi corazón que no te llega a alcanzar?
¿Será que se me empaña el alma, cuando no te encuentro tal y como yo te quiero encontrar?
Espero pacientemente que esa nube pase y me deje descubrirte en lo profundo. Tu figura borrosa me dice que estás detrás, esperándome, atento a mis pasos, mirándome sin que te vea.
Jesús, los días grises nos ayudan a valorar la grandeza del sol, de la luz, de tu paso por nuestra vida. "Después de la oscuridad llega la calma" y detrás de las nubes tus ojos me miran con bondad.
Tu rostro se va aclarando a medida que mi corazón se abre a Ti.
Te encuentro dentro de mí. Te encuentro en mi vida y en el acontecer diario.
Te encuentro en las personas que caminan a mi lado, en aquellas que son parte de mi y también desean hallarte.
Tú no te escondes a nuestros ojos, tan solo nos haces ver que más allá de lo que vemos, está tu mano de Padre y Amigo.
Tus brazos abiertos me acogen tal cual soy, con mi grandeza y pequeñez.
Me quedo contemplándote, Jesús, y te descubro delimitando el perfil de tu rostro nublado. Me quedo en silencio viviendo en Ti y contigo, aquello que soy junto a las personas que quiero.
Siempre... siempre contigo, Jesús.
Encar_AM
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