Salmo 50

- Yo sé que me quieres, Señor.
Porque eres bueno, porque tienes un corazón
sensible, perdóname;
limpia mis bajos fondos de pecado, y de mis caídas
continuas, levántame.

+ Me siento pecador ante ti,
que eres santo, y mi pecado está agarrado a mí.
¡Cómo soy!: contra ti, contra ti sólo pequé
y tus ojos han visto con pena mi corazón joven
manchado.

- Qué alegría saber que eres Padre,
y también justo y recto,
y que juzgas sin chantajes ni partidismos.

+ Tú me miras fijamente y amas lo puro y limpio
dentro de mí
y me hablas suavemente como amigo en el silencio.
Abrázame y tu amor me cambiará el corazón,
sé mi amigo y caminaré hacia la cumbre.

- Devuélveme, que lo perdí, el gozo y la alegría,
y toda mi vida salte en fiesta.
Somos amigos: olvida el mal que hice,
y ayúdame con tu amistad a renovarme.

+ Que nazca en mí, como una fuente, un corazón
puro,
y una voluntad firme, Señor, fragua en mí;
quiero ver tu rostro alegre a mi lado
y tu fuerza en mí me acompañe siempre.

- Dame vida, que yo amo el vivir.
Tú que eres el Dios de la Vida.
Y con ella diré a los hombres y mujeres que contigo
todo es posible.
Abre mi corazón y mis labios, hacia ti, Señor,
para que diga cuánto te quiero.

+ Ya sé que Tú no andas con pamplinas,
y que no quieres de mí moneda suelta.
Lo que Tú me pides es un corazón arrepentido;
un corazón sincero y noble es lo que quieres.

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