Gracias, Señor, por tu amistad,
Gracias, Señor, por el amor de amigo que nos ofreces.
Gracias, Señor, porque eres siempre fiel.
Quiero ser capaz de entender tu amistad;
quiero entender por qué fuiste capaz de hacerte hombre
para ser amigo del hombre;
quiero entender tu paciencia en esperar
un nuevo sí de cada hombre.
Quiero vivir las exigencias de la amistad:
comprender... antes que ser comprendido;
deseo de ayudar... antes que ser ayudado;
deseo de servir... antes que ser servido;
deseo de dar... antes que recibir.
En el momento de la dificultad,
no permitas que me aleje de ti.
En mis horas de debilidad, sé tú más amigo.
En los momentos de desaliento, llámame.
Cuenta, Señor, con mis brazos
dispuestos para construir una ciudad eterna.
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