Cuando un hermano sufre,
nos duele con él;
no es posible ser indiferente
a aquellos que bombean nuestro corazón.
Este dolor no se entiende,
llegue de repente o de a poco,
siempre nos aprisiona y llega de manera inoportuna.
Se acumulan en el tiempo las preguntas,
con miradas desorientadas,
con oídos sedientos de buenas noticias.
Es el silencio de la Cruz,
son esos instantes que rasgan nuestra humanidad,
que revelan nuestra pequeñez,
es Getsemaní.
"Que se retire éste Cáliz" decimos primero,
y a la Fe le cuesta arrancarnos "el que se haga Tu voluntad",
¡cuesta soltar!,
pero aún así recibe Dios nuestra oración,
salga como nos salga.
No sabemos qué pasará
pero sabemos que Dios no pasa,
que Su querer es siempre lo mejor,
y que lo mejor siempre es Vida.
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