Señor, nos diste un corazón para amar,
una inteligencia para entendernos,
unas manos para extenderlas y dárnoslas.
Y nosotros hemos fabricado
la cultura del odio y de la violencia.
Danos hombres y mujeres con corazón nuevo,
para crear una cultura nueva,
la del amor.
Felices quienes se resistan
a empuñar armas para matar,
a fabricar bombas para destruir,
a crear ejércitos para hacer guerras siempre absurdas,
que a veces incluso denominamos justas.
Felices, Señor, quienes no responden
a la violencia con más violencia,
al insulto con el salivazo,
a la provocación con la agresión,
a la bofetada en la mejilla,
ofreciendo la otra al beso reconciliador.
Señor, que no conozcamos más violencia
que la del amor lleno a rebosar,
el cumplimiento de la justicia,
la concordia ofrecida y compartida.
La violencia suficiente para hacer llegar
tu Reino con urgencia
para que surja el cielo nuevo y la tierra nueva,
dónde no tenga lugar la muerte,
los hombres y mujeres violados,
los campos de amapolas rojas
convertidos en campos de batalla.
Señor, que comprendamos
que el armamentismo, el odio,
la injusticia, la mentira,
son las armas de los débiles,
y el amor, la verdad,
la justicia y la no violencia,
son armas de los fuertes.
No queremos humillar al adversario
con la victoria,
sólo te pedimos que los pobres,
humillados y oprimidos,
recobren su dignidad y sus derechos
sin que se manche de sangre nuestra tierra.
Señor, queremos heredar
una tierra de paz y no violencia.
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