Señor Dios mío, escucha
mi oración.
Que tu misericordia
escuche mi deseo
que no me abrasa en aras
de intereses puramente personales,
sino que busca ser útil
al amor fraterno.
En mi propio corazón
estás viendo que esto es así.
Permíteme ofrecerte el
servicio de mi pensamiento y de mi lengua.
Pero dame también la
misma ofrenda que voy a presentarte,
porque soy pobre y
necesitado,
mientras que tú eres
rico con todos los que te invocan.
Tú, que estás libre de
preocupaciones,
te preocupas de
nosotros.
Purifica mis labios, por
dentro y por fuera
de toda temeridad y de
toda mentira
Que tus Escrituras
constituyan para mí un encanto lleno de pureza.
Que no me engañe en
ellas
ni con ellas sirva a
otros de engaño.
Señor, escucha y ten
piedad.
(Confesiones
11, 2, 3)
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