y el ánimo para seguir buscándote,
no nos abandones al cansancio ni a la desesperanza.
Haznos buscarte siempre, y cada vez con más ardor.
Y danos fuerzas para adelantar en tu búsqueda.
Ante ti ponemos nuestra fortaleza. Y con ella nuestra
debilidad. Acreciéntanos la primera y cúranos la segunda.
Ante ti ponemos nuestra ciencia. Y con ella nuestra
ignorancia. Allí donde nos abriste, recíbenos,
pues estamos entrando. Allí donde nos cerraste,
ábrenos, pues estamos llamando.
Que nos acordemos de ti. Que te comprendamos.
Que te amemos. Aumenta en nosotros tus favores
hasta que totalmente nos reformemos en ti.
(San Agustín, Conf. 2, 11,1).
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