Debemos, pues, sentirnos siempre insatisfechos con lo que somos si queremos llegar a lo que aspiramos.
Si nos complace lo que somos, dejaremos de avanzar.
Si lo creemos suficiente, no volveremos a dar un paso.
Sigamos, pues, marchando, yendo hacia adelante, caminando hacia la meta. No tratemos de parar en el camino o de volver la vista atrás o de desviarnos de la ruta.
El que se para no avanza.
El que añora lo pasado, vuelve la espalda a la meta.
El que se desvía pierde la esperanza de llegar.
Es mejor ser un cojo en el camino que un buen corredor fuera de él”.
(San Agustín, Sermón 169).
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